lunes, 10 de diciembre de 2012

Hanuká en la sinagoga de Lorca



            Ayer, junto al castillo de Lorca, cerca de un centenar de personas hicieron Historia con mayúsculas, la que perdurará. No yo, que no soy más que el cronista, sino los miembros de la comunidad judía, el alcalde, y los ciudadanos -cristianos, judíos o ateos- que se congregaron en el inicio de la festividad de la Hanuká, también conocida como Janucá, también conocida como la Fiesta de las Luces. Porque hacía 520 años que la Sinagoga no acogía este ritual hebreo; desde que los Reyes Católicos expulsaron de España a los judíos, en 1492.

Cortejo de la Hanuká, entrando en el Barrio Judío de Lorca

            El color ritual de la Hanuká es el rojo, y de rojo venían Mari Clemen, Perico y Juan Clemente, tres de los reporteros gráficos presentes en el acto. Luis Antonio Torres del Alcázar, presidente de la Fundación San Clemente, participó de forma activa en la ceremonia, junto a su hermano David. Éste fue quien preparó el candelabro ritual, el januquiá, con las nueve velas -ocho rituales más una mayor que las enciende a todas- en el interior del complejo sinagogal, es decir, a la puerta de la sinagoga, en el mismo espacio que cinco siglos atrás era una plaza pública. Y es que la Hanuká es una fiesta pública, que debe hacerse de puertas afuera y no en el templo o en el interior de los hogares. Se celebra el día 25 del mes de Kislev según el calendario hebreo, que traducido al Gregoriano da una fecha variable, entre noviembre y diciembre; coincidiendo con el inicio del invierno.

Preparando el candelabro ritual

            La Hanuká está considerada la última y -en este caso sí- la menos importante de las fiestas hebreas. Consiste en que cada día, cuando el sol se pone, se enciende una de las velas rituales. El primer día, la primera; el segundo se añade la segunda; y así sucesivamente. Para eso se utiliza una novena vela de mayor tamaño que se llama shamash


El Alcalde, patriarca simbólico de toda la comunidad

            Ayer, a la caída del sol, a los pies del castillo hacía un frío tremendo, que los fotógrafos vestidos de rojo hanuká no podían combatir poniéndose guantes porque si no, no atinaban con los sensores. Alrededor del conjunto del Barrio Judío se iban encendiendo uno tras otro los focos automáticos del Parador, sensibles al descenso de la luz solar.

Barrio Judío de Lorca
         Y es que se trataba de eso, de esperar hasta la puesta del sol, que para los hebreos marca el final del día. Sobre las cinco y media de la tarde, desde la Torre del Espolón salió un pequeño desfile compuesto por los grupos judíos de las Fiestas de San Clemente y presidido por Francisco Jódar. Los entendidos nos contaron que no hace falta un rabino, y que por eso presidía el alcalde, actuando como personalidad principal de la ciudad. Especie y evocación de patriarca, le llamó Luis Antonio; nada menos. El alcalde sonreía; claro que no habría sido lo mismo si eso se lo hubieran llamado en un pleno.

Explicando el ritual

             En el silencio del complejo sinagogal, el máximo representante de la comunidad lorquina prendió la vela mayor... y luego acercó la llamita al primer candelabro, en este caso un vasito de cerámica muy elegante. A sus espaldas ondeaban los pendones con la Estrella de David. Detrás, los muros de la Sinagoga. A diferencia de la de Jerusalén, la lorquina no fue profanada con el transcurrir de los siglos, lo que la convierte en muy importante desde el punto de vista religioso.
 
La Sinagoga de Lorca, 520 años después
 
Luis Antonio elevó una plegaria al Dios de Israel, que al fin y al cabo para los creyentes es el mismo que envió a Jesús, el mismo que inspiró a Mahoma. Pidió un recuerdo para aquellos lorquinos que hace 520 años encendieron por última vez las velas de la Hanuká en aquel mismo lugar. Le pidió que protegiera a Lorca, una ciudad que ha sufrido tantísimo en los últimos años; y que fuera clemente -y dónde mejor para ser clemente, que en esta ciudad- con toda la Humanidad que está sufriendo de forma injusta.

Casa principal en el complejo sinagogal

            Torres del Alcázar también nos contó el significado de la Hanuká. En el año 332 antes de Cristo, Alejandro Magno extendió sus dominios hasta Israel. En los años posteriores, los judíos fueron forzados a abandonar sus creencias; en la zona más sagrada del templo de Jerusalén se erigió una estatua a Zeus, lo que supuso una de las afrentas más graves perpetradas contra los judíos. Sin embargo, durante el reinado de Antíoco IV, los macabeos, un grupo de combatientes hebreos dirigidos por Judas Macabeo, se rebelaron contra los invasores y lograron imponerse. Cuando pudieron recuperar el templo de Jerusalén se lo encontraron profanado, con un candelabro abandonado y un poco de aceite purificado que sólo daba para un día. Mientras los rabinos comenzaban a purificar más aceite, los fieles encendieron aquella pequeña vela. Sin embargo, y he aquí el milagro, la llamita con aceite sólo para un día aguantó nada menos que ocho, hasta que los rabinos terminaron de purificar más aceite.

La vela principal, la del día anterior y la del día actual
             En resumen, la Fiesta de las Luces conmemora un milagro, y es al mismo tiempo símbolo de la resistencia y la firmeza de los judíos, y de la esperanza mantenida durante siglos y siglos. Hace un par de años la Ciudad del Sol recuperó la tradición en un acto muy emotivo que tuvo lugar en Huerto Ruano; y en esta ocasión, medio milenio después, las luminarias de la Hanuká han vuelto por fin a alumbrar su casa. 





En la Lorca judía, el día empieza a la caída del sol
     Por cierto, os recomiendo que busquéis en Facebook la excelente galería de fotos que ha colgado Juan Clemente, en el álbum titulado "La Hanuká". Un maestro.

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