Ayer, junto
al castillo de Lorca, cerca de un centenar de personas hicieron Historia con
mayúsculas, la que perdurará. No yo, que no soy más que el cronista, sino los
miembros de la comunidad judía, el alcalde, y los ciudadanos -cristianos,
judíos o ateos- que se congregaron en el inicio de la festividad de la Hanuká,
también conocida como Janucá, también conocida como la Fiesta de las Luces.
Porque hacía 520 años que la Sinagoga no acogía este ritual hebreo; desde que
los Reyes Católicos expulsaron de España a los judíos, en 1492.
Cortejo de la Hanuká, entrando en el Barrio Judío de Lorca |
El color ritual
de la Hanuká es el rojo, y de rojo venían Mari Clemen, Perico y Juan Clemente,
tres de los reporteros gráficos presentes en el acto. Luis Antonio Torres del Alcázar, presidente de la Fundación San Clemente, participó de forma activa en
la ceremonia, junto a su hermano David. Éste fue quien preparó el candelabro
ritual, el januquiá, con las nueve velas -ocho rituales más una mayor que
las enciende a todas- en el interior del complejo sinagogal, es decir, a la
puerta de la sinagoga, en el mismo espacio que cinco siglos atrás era una plaza
pública. Y es que la Hanuká es una fiesta pública, que debe hacerse de puertas
afuera y no en el templo o en el interior de los hogares. Se celebra el día 25 del mes de Kislev según el calendario hebreo, que traducido al Gregoriano da una fecha variable, entre noviembre y diciembre; coincidiendo con el inicio del invierno.
Preparando el candelabro ritual |
La Hanuká
está considerada la última y -en este caso sí- la menos importante de las
fiestas hebreas. Consiste en que cada día, cuando el sol se pone, se enciende
una de las velas rituales. El primer día, la primera; el segundo se añade la
segunda; y así sucesivamente. Para eso se utiliza una novena vela de mayor
tamaño que se llama shamash.
El Alcalde, patriarca simbólico de toda la comunidad |
Ayer, a la
caída del sol, a los pies del castillo hacía un frío tremendo, que los
fotógrafos vestidos de rojo hanuká no podían combatir poniéndose guantes porque si no, no atinaban con los sensores. Alrededor del conjunto del Barrio Judío se iban encendiendo uno tras otro los focos automáticos del Parador, sensibles al descenso de la luz solar.
Barrio Judío de Lorca |
Y es que se trataba de eso, de esperar hasta la puesta del sol, que para los hebreos marca el final del día. Sobre
las cinco y media de la tarde, desde la Torre del Espolón salió un pequeño
desfile compuesto por los grupos judíos de las Fiestas de San Clemente y presidido por Francisco Jódar. Los entendidos nos contaron
que no hace falta un rabino, y que por eso presidía el alcalde, actuando como personalidad
principal de la ciudad. Especie y evocación de
patriarca, le llamó Luis Antonio; nada menos. El alcalde sonreía; claro que no habría sido lo mismo si eso se lo hubieran llamado en un pleno.
Explicando el ritual |
En el silencio del complejo sinagogal, el
máximo representante de la comunidad lorquina prendió la vela mayor... y luego
acercó la llamita al primer candelabro, en este caso un vasito de cerámica muy
elegante. A sus espaldas ondeaban los pendones con la Estrella de David. Detrás, los muros de la Sinagoga. A diferencia de la de Jerusalén, la lorquina no fue profanada con el transcurrir de los siglos, lo que la convierte en muy importante desde el punto de vista religioso.
La Sinagoga de Lorca, 520 años después |
Luis Antonio elevó una
plegaria al Dios de Israel, que al fin y al cabo para los creyentes es el mismo
que envió a Jesús, el mismo que inspiró a Mahoma. Pidió un recuerdo para aquellos
lorquinos que hace 520 años encendieron por última vez las velas de la Hanuká
en aquel mismo lugar. Le pidió que protegiera a Lorca, una ciudad que ha
sufrido tantísimo en los últimos años; y que fuera clemente -y dónde mejor para
ser clemente, que en esta ciudad- con
toda la Humanidad que está sufriendo de forma injusta.
Casa principal en el complejo sinagogal |
Torres del
Alcázar también nos contó el significado de la Hanuká. En el año 332 antes de
Cristo, Alejandro Magno extendió sus dominios hasta Israel. En los años
posteriores, los judíos fueron forzados a abandonar sus creencias; en la zona
más sagrada del templo de Jerusalén se erigió una estatua a Zeus, lo que supuso
una de las afrentas más graves perpetradas contra los judíos. Sin embargo,
durante el reinado de Antíoco IV, los macabeos, un grupo de combatientes
hebreos dirigidos por Judas Macabeo, se rebelaron contra los invasores y lograron
imponerse. Cuando pudieron recuperar el templo de Jerusalén se lo encontraron
profanado, con un candelabro abandonado y un poco de aceite purificado que sólo daba para un día. Mientras
los rabinos comenzaban a purificar más aceite, los fieles encendieron aquella pequeña vela. Sin embargo, y he
aquí el milagro, la llamita con aceite sólo para un día aguantó nada
menos que ocho, hasta que los rabinos terminaron de purificar más aceite.
La vela principal, la del día anterior y la del día actual |
En resumen,
la Fiesta de las Luces conmemora un milagro, y es al mismo tiempo símbolo de la
resistencia y la firmeza de los judíos, y de la esperanza mantenida durante
siglos y siglos. Hace un par de años la Ciudad del Sol recuperó la tradición en
un acto muy emotivo que tuvo lugar en Huerto Ruano; y en esta ocasión, medio
milenio después, las luminarias de la Hanuká han vuelto por fin a alumbrar su casa.
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