Fragmento de "La triste historia de Muza el gafe", de las "Historias del Peirao"
El
médico le miró con desagrado y no se molestó en responder.
-
Siempre llevaré en el corazón las elecciones de 1897, un año antes del Desastre
de Cuba -siguió recordando-. Poco después de que aquel Angiolillo acabara
brutalmente con la noble vida de don Antonio Cánovas, nuestros jefes decidieron
cederle el poder a Sagastilla. A los de Madrid, quiero decir, el marqués de
Estella, el amigo Maura, Pacucho Silvela -el médico se refería a nuestros
viejos dirigentes con la confianza que le permitían sus muchos años de vida-, a
todos esos idealistas no se les ocurrió nada mejor que cederle el turno de
Gobierno a sus rivales, diciendo que obraban así en aras de la supervivencia
del sistema de la Restauración. Así que a nosotros, en concreto, se nos pasó la
instrucción de que teníamos que dejar que el acta de diputado por Ferrol se la
llevara nuestro enemigo, aquel sinvergüenza de Filemón Basauri, que era como
un cerdo puesto en pie, dicho sea sin perjuicio de la eterna salvación de su
alma.
- ¿Y qué
pasó? -quise saber.
Al
llegar a este punto, el médico prefirió que fuera otro quien rematara la
historia dando los detalles más sucios:
- El
amigo Capica podrá contarles lo que ocurrió, que él participó en aquella jornada
épica de manera tan distinguida como la mía, si no más.
Tomó la
palabra el cacique, dando otro puñetazo en la mesa. Esta vez hizo que se
volcase una copa:
- Lo
que pasó, amigos, fue que a nuestros mayores no les salió de los cojones que
aquel cantamañanas de Basauri ganara las elecciones y llevara al país a la
ruina. Cuba y Filipinas se estaban yendo a tomar por saco. Marruecos y Cataluña
parecía que iban a seguir el mismo camino. Por todas partes había anarquismo,
socialismo, marxismo, separatismo, y los republicanos querían convertir la
Patria en un muladar... -oyendo al cacique parecía que aquellos desastres
fueran culpa directa de los dirigentes liberales de Ferrol-. Por eso, entre el
doctor Rey-Mayans el viejo, que en paz descanse; mi propio padre, que también
tenía un buen par de huevos; el alcalde de entonces, don Daniel Noguerón, que
es el mejor alcalde que ha tenido Ferrol en toda su historia; con la ayuda de
aquel teniente de la Guardia Civil que luego se fue voluntario al África, y de
aquel cura de Valdoviño que se llamaba don Pío, entre otros grandes hombres, la
misma jornada electoral armamos la de Dios es Cristo y conseguimos la victoria
a base de palos.
"El día de las elecciones
hubo tres muertos en Ferrol, uno en Fene, otro en Laxe, dos aquí en Jubia y
otros dos en Valdoviño, y en San Mateo mataron a palos a un caballo. Se
contaron más de setenta heridos entre conservadores y liberales; dos mujeres
parieron antes de hora; varios paisanos quedaron mancos, hubo algún cojo, un
tuerto y uno de los tíos de Filemón Basauri se quedó ciego cuando le echamos
desde el último piso del colegio electoral una tinaja entera de aceite
hirviendo, que habíamos calentado haciendo una fogata con los pupitres de los
niños.
"En Valdoviño, Joaquín de
Carolina, mi compadre, que en paz descanse, lanzó
un panal ardiendo por la ventana del colegio mientras se estaba realizando el
escrutinio. Luego su suegro Mateo, que era apicultor, aprovechó la desbandada
para meterse dentro del enjambre, llegó hasta la urna e introdujo cien
papeletas de las nuestras.
"En
todo el distrito ardieron más de diez casas, además del Asilo de
Expósitos de Ferrol, y aquel hijo de puta de Basauri se salvó de la quema
porque se escapó de su casa por la puerta de atrás, antes de que las llamas le
abrasaran el culo, y ya no volvió a levantar cabeza."
Rió
Capica, orgulloso de la brutalidad de sus mayores; le secundó enseguida su
consuegro, el señor Martín, y a continuación el propio médico, con una
tosecilla aguda y nerviosa. Por fin, a pesar de la crudeza de lo que nos
acababa de contar, todos nos sumamos a sus carcajadas: unas risas de fiera
saciada y victoriosa, que hicieron volver la cabeza a los invitados más
próximos.
- Pero
eso es agua pasada -recapacité-. Ahora ya no podemos ir por el mundo matándonos
los unos a los otros...
- El fin justifica los medios, señor Ferreira -me dijo el médico.
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