domingo, 25 de noviembre de 2012

Crónicas de San Clemente (I): Judíos



            El Día de San Clemente amanece frío pero soleado. La combinación perfecta para pasear por la explanada del castillo, a la sombra de la Torre Alfonsina, recreándose con un Espolón que ha cambiado las almenas setenteras por una cicatriz de origen por todos conocido. Durante la mañana del sábado serán muchas las miradas que se dirigirán hacia la construcción medieval, esperando que la bandera de España sea reemplazada por la de la Media Luna, como paso inevitable para que aparezca la de la Cristiandad. Algo que finalmente no ocurrirá. Muchos visitantes; entre ellos Raquel, una niña de 3 años que se llevará la alegría de un pequeño regalo por ser la número 2.012, cifra que corresponde al año en curso. Desde luego, Raquel no será la última en pasar por la Fortaleza del Sol, en una mañana cargada de historia, de cultura y de tradición.



            En Lorca no son fiestas de Moros y Cristianos, sino de Moros, Cristianos y Judíos. La importancia de la religión hebrea en el pasado de la ciudad es algo que queda bien claro paseando por el Barrio Judío, un yacimiento arqueológico de gran valor que fue apareciendo a medida que avanzaban las obras del polémico parador de turismo. Tenemos la grandísima suerte de encontrarnos con María Jesús, una de las guías oficiales, que nos explica la historia de la judería de manera magistral. Los muros de las casas han sido restaurados, y los suelos tapizados con gravilla de diferente color para que quede clara la estructura del barrio, ubicado en la parte más al Norte de la fortaleza; esto es, justo a los pies del parador mirando en dirección a Murcia. Los suelos granate corresponden a habitaciones, los amarillos a los patios interiores.

            El Barrio Judío -nos sigue explicando María Jesús- no llegó a ser un Barrio Artesano, porque los hebreos tenían sus talleres en otros lugares: por ejemplo, en la plaza de Santa María, o incluso más abajo, en la antigua plaza de San Jorge. Un espacio que hoy en día ocupa la Ex Colegiata de San Patricio, que fue edificada sobre las ruinas de la iglesia de San Jorge. Sí que se han encontrado restos de un taller artesanal de vidrio, cuyo horno destaca perfectamente en la planta restaurada de la vivienda.

            Por ahora se han acometido dos fases de la excavación arqueológica, que han permitido encontrar doce casas y faltaría una tercera que corresponde a un sector que permanece enterrado desde la Edad Media, actualmente debajo del aparcamiento del parador -aunque no tapado por éste, ya que se asienta sobre vigas y no se apoya sobre el suelo sino formando un gran voladizo.

            Al fondo del Barrio Judío se encuentra la ermita de San Clemente; la casa del Patrón cuyo día principal hemos venido a celebrar a los pies del castillo. La ermita data de mediados del siglo XIV, y por tanto ya estaba aquí cuando los hebreos construyeron aquí sus viviendas. En la actualidad está cerrada porque le falta rehabilitar el suelo: un suelo que ha aparecido en buen estado, incluso formando estratos reveladores de las diferentes épocas en que fue utilizado por los lorquinos medievales: hay trozos del suelo del siglo XIV, del XV, del XVII, del XVIII... Una secuencia a la que en breve -en 2013 o como muy tarde en 2014, según anunció en su día Sandra Martínez, la concejala de Cultura- se sumará el pavimento que se ponga en el siglo XXI, cuando los lorquinos podrán volver a disfrutar de este templo.

            La ermita se encuentra en la ladera del castillo, cuesta abajo de la Fortaleza del Sol; algo que en su día provocó grandes quebraderos de cabeza a los judíos, ya que las leyes religiosas de la época prohibían que ningún templo de la religión maldita alcanzase mayor altura que los templos cristianos. Por eso la Sinagoga tuvo que construirse de manera semisubterránea, comiéndose el suelo hasta quedar por debajo de la ermita de San Clemente. Las duras normas de los cristianos medievales fueron, paradójicamente, una de las causas que ha convertido la sinagoga en algo único, porque tras la expulsión judía por orden de los Reyes Católicos, buena parte del templo volvió a quedar enterrada, lo que la salvó del expolio.
Ermita de San Clemente, restaurada casi por completo

            La Sinagoga de Lorca es muy valorada por los judíos, incluso por la comunidad de Israel, porque es la única en Europa que no fue profanada. Los hebreos fueron expulsados, y las casas se quedaron tal cual, sufriendo el paso de los siglos. Nadie las echó abajo para construir, nadie derribó los muros. Ningún vecino se arriesgaba a subir hasta el viejo castillo, por temor a ser señalado como judaizante y denunciado a la Inquisición. El fanatismo de las edades antiguas ha servido, una vez más, como auténtica cápsula del Tiempo que ha preservado las antiguas casas, convertidas en monumento por derecho propio.

Barrio Judío de Lorca
            Entramos en la Sinagoga. Un gigantesco porche metálico protege el Complejo Sinagogal y lo separa de las instalaciones del parador de turismo. A mano derecha están las ruinas restauradas de una casa principal, un inmueble sobre cuya naturaleza no se ponen de acuerdo los estudiosos. Algunos dicen que era la casa del rabino; una casa grande, con habitaciones para acoger a los judíos principales que estuvieran de paso por Lorca.  O quizás se tratase de una escuela para enseñar la Torá a los niños. 

Casa destacada dentro del complejo sinagogal

            A la izquierda está la Sinagoga propiamente dicha. Un edificio cuyos muros se han restaurado hasta la altura del pecho de una persona; el resto de las paredes y el techo son una construcción de madera, construida de tal manera que cuelga sobre los sillares pero no se apoya en ellos.
 
Sinagoga de Lorca. Puede verse que el techo reconstruido no se apoya en los muros
            El típico cordón de seguridad acota gran parte del recinto, en el que pueden verse restos de los suelos medievales, la pileta con el agua para las abluciones y el muro más sagrado, donde se guardaban los libros de las ceremonias y la Torá. Cuando María Jesús, nuestra guía, nos explica que el cordón de seguridad se ha puesto para preservar los suelos y los bancos de piedra de los muros, que son muy frágiles, me abochorna el recuerdo de los más de treinta periodistas, fotógrafos, operadores de cámara, y también guardaespaldas y políticos, que nos arracimamos en el interior de la sinagoga, pisoteándolo todo como elefantes en una cacharrería, cuando la reina Sofía vino a inaugurar el parador este verano. María Jesús concluye con la visita guiada; con esta auténtica clase de Historia. Destaca que el castillo volvió a cobrar vida en el siglo XIX, cuando se reforzaron las murallas para defender a los lorquinos de las tropas napoleónicas.

Inauguración del parador, con visita a la Sinagoga. Verano 2012

             La Sinagoga y el Barrio Judío salieron a la luz gracias a las obras del parador, que implicaron una reforma fundamental de la explanada del castillo, en especial en la zona en la que nos encontramos. Hace un par de años, y aprovechando este hallazgo tan importante, la comunidad hebraica en la Región de Murcia decidió celebrar en Lorca la Hanuká, un acto religioso que también se conoce como la Fiesta de las Luces. El ceremonial de la Hanuká consiste, en el plano formal, en ir encendiendo, noche tras noche, las diferentes velas del típico candelabro de siete brazos. La primera noche se enciende la primera, luego la segunda, etcétera. No puedo entrar en su sentido religioso, que desconozco, pero les diré que era una fiesta que llevaba sin celebrarse en Lorca desde los Reyes Católicos, por lo que en su momento se juntaron en el jardín de Huerto Ruano varias decenas de judíos, junto a políticos, estudiosos y amantes de la cultura y de la historia en general. Y, cómo no, un grupo importante de periodistas que logramos ganar los primeros puestos, cambiar de sitio el candelabro para obtener un mejor encuadre e incluso entrevistar al rabino antes de que encendiese las velas, abusando siempre de la paciencia y la buena educación de los demás.

            El encendido ritual tenía que hacerse coincidiendo con la puesta del sol; es decir, a eso de las ocho de la tarde en aquella época del año. Y miren por dónde tan sólo unos minutos más tarde comenzaba el informativo de 7 Región de Murcia, cadena cuyo corresponsal en Lorca era yo mismo, junto a mi compañero Óscar Peña. La dirección de 7RM había sido sensible al momento histórico que íbamos a vivir, de manera que habían destacado una unidad especial para hacer conexiones en directo. Pero faltaban unos minutos para el informativo y el rabino se disponía a encender la primera candela. De manera que, en un momento dado, se escuchó la voz de éste que les está contando la batallita, pidiendo con humildad: Si han esperado 500 años... ¿no podrían esperar 15 minutos más, y lo sacamos en directo en el telediario? Risas, comprensión por parte de los allí presentes, y una retransmisión en directo con periodista y presentador -Igor Maneiro, capaz de ser solemne y ameno al mismo tiempo- hablando en voz baja para no interrumpir los rezos del rabino y la comunidad judía. Sin duda el último judío que abandonó Lorca en la era medieval tuvo que plantearse en qué momento sus hermanos de religión iban a poder regresar a la ciudad, cuándo podrían volver a entonar sus rezos a Yavé, y por cuántos obstáculos iban a tener que atravesar. Pensaría en reyes, obispos, caballeros, marqueses... jamás se podría haber imaginado que la última traba, el último retraso para encender las velas, lo iba a poner un simple cronista, guiado -eso sí- por la buena voluntad de contarle a los lorquinos y los murcianos que Lorca volvía a ser una ciudad de convivencia entre las tres culturas.



(Continuará...)

2 comentarios:

  1. Llamada también la «Fiesta de las Luces» o «Lucernarias».

    Celebrada durante ocho días, conmemora la derrota de los helenos y la recuperación de la independencia judía a manos de los macabeos sobre los griegos, y la posterior purificación del Templo de Jerusalén de los iconos paganos, en el siglo II a. C.

    La tradición judía habla de un milagro, en el que pudo encenderse el candelabro del Templo durante ocho días consecutivos con una exigua cantidad de aceite, que alcanzaba sólo para uno. Esto dio origen a la principal costumbre de la festividad, que es la de encender, en forma progresiva, un candelabro de nueve brazos llamado januquiá (uno por cada uno de los días más un brazo «piloto»).

    La festividad acontece el 25 de Kislev del calendario judío, fecha acaece entre fines de noviembre y fines de diciembre del calendario gregoriano.


    La festividad de la Hanuká celebra el fin de la hegemonía helénica en Israel, comenzada con la conquista de Alejandro el año 332 a. C.

    Cuando se corona como rey de Siria a Antíoco IV Epífanes (175 y 164 a. C.), éste decide helenizar al pueblo de Israel, prohibiéndole así a los judíos seguir sus tradiciones y costumbres. Un grupo de judíos conocido como los Macabeos (dado que su líder era Yehudá Macabi), provenientes de la zona de Modi'ín, comenzaron a rebelarse contra los soldados griegos, negándose a realizar actos que iban en contra de su propia religión. Tuvieron una lucha difícil, y eran minoría contra el ejército griego; sin embargo su estrategia, decisión y fe los condujeron al milagro de Hanuká: ganar pocos contra muchos.

    Según el Talmud (Gemara, Shabbat 21), al terminar la guerra, los Macabeos regresan a Jerusalén y encuentran el Santo Templo profanado, con la menorá (un candelabro de siete brazos) apagada, y aceite ritualmente puro suficiente para encenderla un solo día. Tardaron ocho días en conseguir más aceite; y sin embargo, el poco que tenían mantuvo encendida la menorá durante todo ese tiempo.

    En los libros bíblicos I Macabeos y II Macabeos se puede leer sobre la institución de la Hanuká. El primero narra: «Durante ocho días celebraron la dedicación del altar... Entonces Judas y sus hermanos y toda la asamblea de Israel, decidieron que la consagración del nuevo altar se debía celebrar cada año con gozo y alegría durante ocho días, a partir del día veinticinco del mes de kislev» (I Macabeos 4:56-59). De acuerdo con II Macabeos (10:6-8), «lo celebraron con alegría durante ocho días, a la manera de la fiesta de los Tabernáculos... toda la asamblea aprobó y publicó un decreto en el que se ordenaba que todo el pueblo judío celebrara cada año estos días de fiesta».

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  2. Muchísimas gracias, Ozy. Una aportación muy interesante.

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